La fosa by Lola Montalvo

La fosa by Lola Montalvo

autor:Lola Montalvo [Montalvo, Lola]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2021-07-01T00:00:00+00:00


* * *

La mañana se me pasó casi sin darme cuenta.

La tía Mar no fue a trabajar, supongo que preocupada por Elena o por mí, o sencillamente porque ese día consideró que podría trabajar en casa. La cuestión es que estuvo casi toda la mañana enfrascada en su ordenador, dale que te pego a sus cosas. Vino un guardiacivil a visitarla, hablaron un ratito y al poco se marchó. Reconozco que esta visita me intrigó, así que le pregunté a Elena, pero cuando me contó que probablemente esa visita estaría relacionada con las excavaciones de la fosa, me di por satisfecho con la explicación y no insistí más.

Eso sí, una vez que asumí la incertidumbre de mi situación, ahora que Elena iba a ser ingresada y que mi futuro estaba en manos inciertas hasta que hablasen con Pedro, decidí centrarme en el otro frente que tenía abierto. Así que mi mente se lanzó a divagar hacia la casa de Raúl, hacia su espartano y frío dormitorio de mobiliario hospitalario. No pude evitarlo; por más que me esforzaba en no pensar en él, más lo hacía. Intenté dibujar y ocupar de forma productiva el tiempo, pero fue inútil: los lápices permanecían inertes en mi mano. No podía dejar de preguntarme por qué no escuchaba su voz desde el día anterior. Miré por la ventana que daba a su casa y a su balcón una decena de veces, si no fueron más. Pero nada. Ni salió Manuel ni entró nadie. El cartero pasó y lanzó casi sin detenerse un fajo de sobres que debió caer en el zaguán. Salvo esa pequeña anécdota, nada, nadie.

De repente, mi mente regresó de forma vertiginosa a mi realidad más inmediata. ¡Solo quedaba una hora para que viniera Pedro! Decidí leer un rato, a ver si conseguía distraerme, así que cogí el libro de Gerónimo Stilton. Leí sin enterarme de lo que decían las palabras, miré los dibujos sin verlos. La misma y horripilante duda me asaltaba de nuevo: ¿y si la voz que escuchaba en mi cabeza, la que yo mismo ya creía a pies juntillas que pertenecía a Raúl, no era sino mi imaginación? Angustiado, cerré el libro bruscamente y lo tiré con fuerza, haciéndolo chocar contra la pared. Con los ojos llenos de lágrimas me levanté y lo recogí del suelo, donde había quedado abierto boca abajo, con varias páginas dobladas de mala manera. Lo cerré y lo acaricié como si fuera un objeto de mayor valor material del que verdaderamente tenía. No era propio de mí hacer algo así, y menos con un libro. ¡Estaba empezando a desquiciarme!

Tenía que volver a ver a Raúl. Necesitaba mirarlo a los ojos; encontrar en su mirada ese brillo de inteligencia que creí vislumbrar la primera y única vez que estuvimos frente a frente, ese brillo que me hizo creer que las voces de verdad procedían de Raúl, que eran verdad y no una anomalía de mi cerebro. Tenía que ir a su casa y buscar ese



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